El supermercado (relato)

Las luces de la ciudad destellaban en la madrugada mientras Oscar, el taxista, observaba a su pasajero en el retrovisor. Era un hombre de aspecto cansado, envuelto en sombras, con una expresión perdida y vacía que no abandonaba su rostro desde que abordó el vehículo.

Avanzaban por calles desoladas, cada vez más estrechas y menos iluminadas. Oscar sintió un escalofrío, pero trató de ignorarlo. A una distancia prudente, otro taxi de su misma agencia los seguía, algo común en estas zonas, donde los barrios eran conocidos por sus historias oscuras.

Al tomar una curva cerrada, algo extraño cruzó la calle. Era una motocicleta que pasó frente a ellos en un parpadeo, como un destello fugaz. El conductor apenas alcanzó a frenar, sintiendo el sudor frío en la frente. La moto avanzó veloz, y por un momento, el rostro pálido del motociclista se giró hacia ellos, revelando ojos vacíos, sin vida. El vehículo se desvió hacia la entrada de un supermercado cerrado, donde desapareció sin dejar rastro.

El pasajero no se inmutó, solo observaba la calle, mientras el chofer trataba de comprender lo que había visto. Miró por el retrovisor y vio el otro taxi detenerse unos metros detrás, el conductor igual de pálido, con los ojos fijos en el mismo punto.

—¿Lo viste? —preguntó Oscar en voz baja.

El hombre en el asiento trasero solo murmuró.

 —Acá es mi parada.

El hombre sobre el volante asintió, aunque algo en su interior gritaba que no debía detenerse en ese

 lugar. Sin embargo, sus manos parecían moverse por sí solas, aferrándose al volante. Cuando el pasajero bajó del coche, Oscar miró hacia el supermercado, vio la entrada oscura y vacía, con la puerta entreabierta como si esperara a alguien.


El segundo taxi también se detuvo, y su conductor bajó lentamente, acercándose al supermercado. Oscar no entendía por qué, pero sintió que debía hacer lo mismo. Cada paso hacia esa puerta abierta era como hundirse en un abismo, y cuando cruzaron el umbral, el aire se volvió denso, cargado de una presencia fría y antigua.

Dentro, el motociclista estaba allí, en medio de la oscuridad, con su casco en las manos y la mirada fija en ellos. No dijo nada, pero la tensión en el ambiente crecía, como si el tiempo se hubiera detenido. En un parpadeo, el hombre desapareció, dejando solo el eco de su presencia.

El taxista y el otro conductor retrocedieron, temblando, y sin decir una palabra, subieron a sus taxis y arrancaron, alejándose del lugar. Al mirar por el retrovisor, Oscar creyó ver la sombra del motociclista una vez más, pero cuando volvió a girarse, ya no había nada.

La ciudad continuaba en silencio, como si aquella aparición nunca hubiera ocurrido, pero el frío en sus huesos le recordaba que, aquella noche, habían cruzado el límite de lo conocido.





                                                                                           Argumento: E.E  Concepto artisticoE.E

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