El inquilino (relato)

La medianoche en el apartamento era un silencio tenso, y Marcos, exhausto, se miraba en el espejo del baño. Hacía dos semanas que se había mudado a este nuevo condominio. Por estrés, o tal vez por la época del año, no podía dormir bien desde que conoció este nuevo hogar.


Bajo la luz tenue, su rostro parecía ajeno, pálido y somnoliento, como si el mismo reflejo escondiera secretos. Cerró el grifo con un suspiro y se giró para irse, pero un sonido seco lo hizo detenerse. El cepillo de dientes había caído del estante, sin razón aparente.


Frunció el ceño y se agachó para recogerlo, acomodándose su holgado pijama. "Es solo un cepillo", se dijo, colocándolo de vuelta en su lugar antes de salir del baño, sin notar que la bombilla de luz había tenido un breve parpadeo.


El pasillo se sentía más oscuro de lo usual, como si las manchas de humedad en las paredes estuvieran creciendo. No pasaron ni dos minutos cuando, nuevamente, un sonido lo obligó a detenerse en seco: el fluir del agua. Giró lentamente la cabeza hacia el baño y allí estaba el grifo, abierto otra vez como aquella vez, hace tres días, con el agua cayendo en un murmullo cada vez más audible, casi como un susurro.


Con un escalofrío recorriéndole la espalda, sus pies lo llevaron de regreso, aunque cada paso le costaba más, como si el suelo tratara de retenerlo. Cerró el grifo con una mano temblorosa, observando el agua detenerse. Al alzar la vista, notó algo en el espejo: era su reflejo, pero había algo extraño, un cambio sutil en sus ojos, que parecían oscuros y profundos, como si miraran desde el fondo de un pozo.


“Es la falta de sueño”, murmuró para sí mismo. Intentó apartarse del espejo, pero sus propios ojos en el reflejo parecían sostenerle la mirada, inquietantemente estáticos.


Esa noche, cada vez que Marcos intentaba conciliar el sueño, algún sonido lo obligaba a abrir los ojos. Al principio, eran los bramidos del viento en los ventanales del pasillo, pero luego el crujir de la madera bajo su cama lo hizo incorporarse, con la sensación de que algo no estaba bien. Al pasar de nuevo por el pasillo, la luz titiló con más insistencia, y en el reflejo de una ventana notó que su propia figura parecía distorsionada, una sombra errática a su lado.


Un escalofrío helado le recorrió la espalda, y antes de que pudiera reaccionar, la luz parpadeó una última vez, dejándolo sumido en una oscuridad total.


Fue entonces cuando el eco de un chirrido se arrastró por el pasillo. Marcos se tensó y, sin saber por qué, supo que la puerta del baño se había abierto sola. Tragó saliva y se acercó, inseguro, con los pies pesados, como si una fuerza invisible tratara de retenerlo. La puerta estaba apenas entreabierta, y, sin razón aparente, la luz del baño se encendió al acercarse.


En el silencio de la penumbra, el golpeteo sordo volvió a sonar, esta vez claramente desde el otro lado del espejo, en un ritmo lento e impaciente. Cada golpe resonaba como una moneda sobre un mostrador de tienda en espera, incesante y creciente, hasta llenar el baño de un eco persistente.


Se acercó, y al hacerlo, el ambiente se tornó gélido. Sentía una opresión en el pecho, como si el aire mismo estuviera siendo absorbido hacia el espejo. Alzando la vista hacia su reflejo, se encontró con algo aterrador: su sonrisa en el espejo parecía demasiado siniestra, viva, observándolo con una expresión impaciente que no reconocía.





Antes de que pudiera retroceder, un brazo pálido y helado se extendió desde el espejo, apretando su brazo con una fuerza gélida que se sintió como hielo fundiéndose en sus huesos. El contacto lo paralizó, y una corriente de dolor ardiente le recorrió el cuerpo, como si algo estuviera arrancando su vitalidad desde lo profundo.


Intentó gritar, pero ningún sonido salió de su garganta. Al otro lado del espejo, en aquella profundidad oscura y distorsionada, pudo ver su propio rostro reflejado, deformado y con una sonrisa retorcida.


El baño, el apartamento, el mundo entero desaparecieron de su vista cuando el reflejo tiró de él hacia el espejo, tragándolo en un parpadeo y sumiéndolo en una oscuridad vacía, sin fin.


El baño quedó en silencio, la puerta entreabierta y la luz parpadeando levemente, como si nada hubiera ocurrido.











                                                                                       Argumento: E.E  Concepto artisticoE.E



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